El factor humano en la conducción

Empiezo este artículo nada más llegar a casa. Vengo de dar un paseo y justo he presenciado una de tantas maniobras imprudentes que observamos a diario en nuestras carreteras. Como tantas otras veces, alguien a cometido una imprudencia, una temeridad, una estupidez al volante. Por suerte no ha pasado nada; pero ya se sabe: tanto va el cántaro a la fuente, que al final de vez en cuando un día éste termina rompiendo. Y entonces, cuando ya ha ocurrido el drama, llegan las lamentaciones.

Pero tampoco debemos ser ventajistas a la hora de argumentar. Por fortuna la mayor parte de los conductores muy rara vez realizan maniobras como la que acabo de presenciar, un acelerón sin sentido en un paso de cebra que casi lleva por delante a un señor mayor, todo para tener que frenar de forma brusca unos metros más adelante en un semáforo. Y sin embargo para que ocurra un accidente no necesitamos haber cometido una temeridad como la que estoy relatando, pues solo con que se produzca un pequeño error puede tener lugar uno.

Entorno al 90% de los accidentes son causados por un error humano de acuerdo con la mayoría de informes que realizan instituciones que regulan el tráfico por carretera a nivel mundial y empresas de consultoría. El otro 10% suele deberse a problemas meteorológicos, fallos en el vehículo, o mal estado de las carreteras.

¿Cuáles son las principales causas de accidentes en las carreteras?

Con más de 1,25 millones de muertes al año, entre 20 y 50 millones de traumatismos y un coste del 3% del PIB, los accidentes de circulación son una de las principales partidas de gasto sanitario en muchos países a nivel mundial según la OMS , lo que supone un auténtico drama humano y una auténtica sangría de recursos que podrían utilizarse en mejorar el bienestar de la población. Así que con estas cifras iniciales en mente podemos preguntarnos: ¿a día de hoy cuáles son las principales causas de accidentes en las carreteras y qué podemos hacer para reducirlas?

1. Las distracciones al volante.

La primera gran causa de estos sucesos son las distracciones al volante, presentes hasta en un 25% de los mismos. Lo más habitual es que tengan como consecuencia apartar la vista de la carretera por apenas unos segundos, lo cual entraña un riesgo muy elevado de colisión. 

Hablar con los acompañantes, girar la cabeza o mirar por el retrovisor, son factores que se producen en el interior del vehículo y que aumentan muchísimo el riesgo. La inmensa mayoría de los conductores podrán sentirse identificados con esta situación en especial cuando tienen niños. Pero no solo eso, el uso del teléfono móvil o de otros dispositivos como la radio, el GPS o la configuración del climatizador incrementan el riesgo de accidentes hasta en cuatro veces al ralentizar la velocidad de reacción del conductor ante un posible imprevisto, en especial a la hora de frenar, y al hacer más difícil mantenerse en el carril.

Por otra parte el conductor también puede distraerse debido a la monotonía del viaje o a un exceso de confianza al haber transitado repetidas veces por la misma ruta, sintiendo que puede ir más relajado al conocérsela bien.

E incluso el propio entorno puede jugar en su contra ocasionando las distracciones, como por ejemplo a causa de una señalización excesiva, o por encontrarse con otros accidentes y desviar la vista para ver que ha sucedido en la carretera por la que circula.

En cualquier caso, como podemos ver son una serie de factores inherentes al ser humano, Y por lo tanto muy difíciles de evitar al 100%. Hasta la fecha, la única forma de intentar combatirlos era la conciliación.

2. La velocidad

Según la muestra de accidentes analizados por las estadísticas de la D.G.T. , el exceso de velocidad está presente hasta en un 19% de ellos, e incluso otros estudios elevan esta cifra hasta el 30%, mostrando que entre el 40 y el 50% de los conductores no respetan los límites de velocidad. Lo que no cabe duda es que una velocidad elevada incrementa muchísimo la probabilidad de accidente y el riesgo de desenlace fatal ante un impacto.

A 120 km/h se recorren más de 33 metros en solo un segundo, y es necesaria una distancia superior a un campo de fútbol para lograr detener el vehículo, por lo que el peligro a esta velocidad es muy elevado si no se cumplen todas las medidas de seguridad.

Por otra parte, un coche que circula a 50 km/h, en tan solo un segundo recorre casi 14 metros. Esta cifra comparativamente quizás no parezca demasiado, pero en zonas urbanas donde el número de imprevistos es mucho más elevado, estamos ante una distancia que puede provocar un gran número de colisiones

30 km/h es el límite de velocidad que se está estableciendo en muchas ciudades con el objetivo de reducir las consecuencias negativas de un posible impacto, ya que sabemos que las oportunidades que tiene una persona de sobrevivir tras un atropello circulando a esta velocidad son del 90%. Con esta medida también se espera disminuir la probabilidad de que los accidentes se lleguen a producir tal y como refleja la experiencia en ciudades que ya la han implantado, al permitir al conductor disponer de un mayor tiempo de reacción para hacer frente a cualquier imprevisto.

Por contra, si la velocidad supera los 60 km/h el riesgo de muerte aumenta hasta el 80%, y si es mayor a 80 km/h, las oportunidades de que un peatón sobreviva en caso de impacto son prácticamente nulas. De ahí que en zonas urbanas se esté prohibiendo circular a estas velocidades.

Hemos hablado del exceso de velocidad pero no debemos de olvidar tampoco el riesgo que existe con una velocidad sensiblemente inferior a la recomendada, pues es también una causa de accidentes. Conducir más despacio de lo debido altera el ritmo de circulación real y puede pillar por sorpresa a otros conductores, a parte de provocar colas o retenciones, y por lo tanto aumenta el riesgo de que el resto de personas tomen decisiones imprudentes para evitarlas.

3. Respetar la distancia de seguridad.

Según la D.G.T., este problema está presente hasta en un 15% del total de accidentes analizados, siendo el tercero de mayor importancia. Si lo combinamos con los dos anteriores, no hay ninguna duda, el riesgo que tomamos es elevadísimo para los pocos beneficios que obtenemos a cambio.

Y sin embargo, –tal y como vimos en el artículo de los atascos-, para analizar el porqué nos negamos a respetar la distancia de seguridad gracias a la teoría de juegos, es lo más habitual. Esta forma de aproximación basada en la construcción de un árbol de decisiones nos permite observar las distintas estrategias que los conductores pueden tomar a la hora de circular, tanto si deciden respetar la distancia de seguridad como si eligen no hacerlo.

La elección de los conductores en la mayoría de las situaciones es no respetar la distancia de seguridad. A un nivel individual es la decisión óptima tras analizar los beneficios que aporta cada alternativa en el estilo de conducción actual, pero desde luego a nivel grupal es la que genera los peores resultados. Luchar contra esta tendencia es algo complicado en extremo dados los incentivos a rechazar la colaboración.

Como vimos, a consecuencia de no respetar esta norma se generan atascos o una mayor contaminación, y centrándonos en lo que nos ocupa hoy, un riesgo de accidentes superior al tener incentivos para conducir de una forma mucho más brusca, pues al hacerlo se dispone de un margen mucho más reducido para reaccionar ante cualquier imprevisto.

4. Conducción agresiva.

La DGT también señala otra serie de factores a nivel desagregado que causan un gran número de accidentes. Entre ellos están no respetar la prioridad a la hora de circular, realizar giros incorrectos, adelantamientos antirreglamentarios, conducción negligente o temeraria, etc. Todos ellos agregados suponen más de un 18% de las causas de accidentes según el análisis realizado.

Principales desencadenantes de la conducción agresiva

Las causas de este tipo de conductas dependen de múltiples factores, aunque por lo general podemos clasificarlos en dos grandes tipos en función de si el desencadenante viene determinado por el entorno, o por el propio conductor:

  • Externos: en los cuales el conductor se vuelve agresivo de manera temporal a causa de un incidente que se ha producido en el momento, tal y como que alguien se cuele delante de él, una obstrucción provocada por otro coche, un adelantamiento innecesario, o sencillamente una competición con otro conductor.
  • Internos: determinados por una serie de características intrínsecas a la persona como la irritabilidad, la falta de respeto por los demás, el estrés acumulado a lo largo del día o la urgencia por llegar a algún lugar.

Evitar este tipo de conductas está en nuestras manos. Respetar a los demás conductores, entender que al coger el volante tenemos entre las manos una responsabilidad y conducir de manera cívica son las principales herramientas a nuestro alcance para reducir el riesgo de accidentes. Dicho lo cual, si por alguna circunstancia nos encontramos con una persona que intenta conducir de forma agresiva compitiendo con nosotros, la mejor decisión que podemos tomar es ignorarla. De este modo al menos evitaremos cometer nosotros mismos una imprudencia y no reafirmaremos su comportamiento agresivo que pueda causar algún accidente.

5. Conducir bajo los efectos del alcohol y otras sustancias.

No hay ninguna duda, todas las semanas recibimos noticias en este sentido. Conducir bajo los efectos del alcohol es una de las principales causas de accidentes en nuestras carreteras tal y como podemos ver en las estadísticas que recoge la Comisión Europea.

El alcohol provoca cambios en el rendimiento de los conductores reduciendo su atención y anticipación ante los imprevistos en la carretera, su toma de decisiones, su coordinación, su capacidad de evaluar la distancia y la velocidad a la que circulan, así como dificultar su habilidad para permanecer dentro del carril. Todo ello unido a la falsa sensación de seguridad que produce, provoca una confianza que agudiza aún más el riesgo de causar un accidente.

Se estima que solo con una tasa de 0,5 mg de alcohol en sangre las posibilidades de cometer un accidente ascienden a más del doble y si la cifra supera los 0,8, el riesgo es 5 veces mayor a las posibilidades que habría si condujésemos sin haber consumido nada.

Las cifras son incluso peores con otras sustancias, por lo que solo podemos decir una cosa al respecto: evitar conducir bajo los efectos del alcohol o las drogas salva vidas.

¿Qué se está haciendo para reducir el número de accidentes?

El problema como hemos visto es enorme, tanto a nivel humano como a nivel económico por lo que los esfuerzos para minimizar su impacto están en la agenda internacional desde hace décadas.

La potencial solución es compleja, pues requiere la colaboración de múltiples sectores como la automoción, las telecomunicaciones, la administración, la policía y los ciudadanos. Temas como la educación, la planificación urbanística, la red de comunicaciones o las medidas de seguridad de las infraestructuras y los vehículos son esenciales para reducir el número de impactos.

Sin embargo como hemos podido ver, la principal causa a la hora de que se produzca un accidente es el factor humano. Por eso, la educación desde la base en las escuelas, las políticas de concienciación y seguridad vial y el desarrollo de soluciones que permitan reducir el riesgo de colisiones son esenciales.

¿Pero qué pasaría si cambiamos las reglas de juego?

El factor humano es la causa de la mayor parte de los accidentes, ¿verdad? ¿Y si lo eliminamos de la ecuación? ¿Y si impulsamos el desarrollo y adopción del vehículo autónomo para poder salvar millones de vidas?

Imaginemos el contraste con lo dicho hasta ahora:

Un algoritmo inteligente capaz de mejorar día a día con cada kilómetro recorrido, el cual jamás se distraería y nunca se saltaría los límites de velocidad. Una oportunidad de crear una red de vehículos circulando a la distancia recomendada, los cuales nunca se cansarían, no conducirían de forma agresiva o lo harían bajo los efectos de sustancias que mermen sus capacidades.

No nos equivoquemos. Los accidentes se seguirían produciendo. Eso es inevitable.

Factores como el estado de las infraestructuras o las condiciones meteorológicas seguirían estando ahí. Pero además surgirían nuevos factores que deberíamos controlar. Lo que sí tenemos claro a día de hoy gracias a gran cantidad de estudios realizados hasta la fecha es que impulsando la conducción autónoma podríamos salvar millones de vidas, evitar aún más lesiones que en un gran porcentaje se arrastran a lo largo de toda la vida y reducir de una forma extraordinaria el gasto del país en sanidad.

Así pues yo me pregunto:

  • ¿Cuándo España se va a poner las pilas para atraer inversión e impulsar este sector?
  • ¿A qué esperamos para exigir que nuestras instituciones y empresas atraigan talento y tecnología?
  • ¿Cuánto tardaremos en fomentar la adopción de estas soluciones que a día de hoy ya sabemos que salvan vidas y con el potencial de cambiar nuestra sociedad?
  • ¿Por qué no enfocamos nuestros esfuerzos en desarrollar la propiedad intelectual, la cual beneficiaría al país a largo plazo?
  • ¿Por qué no aprovechamos el ahorro en costes tanto económicos como humanos para construir una sociedad mejor?

Preguntas que espero que tengan respuesta a no mucho tardar.


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